El 2º Vaticano

El segundo Vaticano por Pepe Riquelme

La pedanía de Ribera de Molina, en Murcia, es conocida como el segundo Vaticano. Con 2.300 habitantes, tiene más de 100 religiosos.

Las llamadas del Señor deben sonar más altas y claras en Ribera de Molina. Quien más quien menos ha almidonado sotanas o tocas de monja en el llamado, por muchos, segundo Vaticano, donde uno de cada diez vecinos es religioso ordenado. Los designios del Señor son tan inescrutables que nadie se explica cómo esta pequeña pedanía de Molina de Segura, en Murcia, ha dado más siervos a la Iglesia que la capital de la Región y, posiblemente, que la mayoría de ciudades españolas.

Es extraña la familia que no cuenta con un par de familiares religiosos: "Más o menos salimos a un cura y una monja por familia", dice Maruja, sobrina de Consuelo Martínez, la misionera murciana de Ribera de Molina que estuvo incomunicada en Timor y fue noticia a nivel nacional. Pero es que lo difícil sería no encontrar a un misionero de Ribera de Molina en cualquier lugar del mundo. En la actualidad, hay más de una docena desperdigados entre América Latina y África.
Como decíamos al comienzo, de los 1.500 vecinos censados en Ribera de Molina, se calcula que más de 150 son religiosos. Y el alarde de vocaciones no para: "El próximo está a punto de dar misa, y tenemos a dos jóvenes preparándose en el seminario", dice orgulloso el párroco de la pedanía, Gines Ortín García, que debe ser la envidia de decenas de sacerdotes con poco que rascar entre su feligresía. Devotos no le faltan. La iglesia suele estar de bote en bote. Cuando más se nota el nivel es en las misas de diario, a las que acuden muchos más fieles que en cualquier otro municipio.


El apostolado que ahora se mama en Ribera de Molina tuvo su origen en los años setenta. Los jesuitas utilizaban entonces el Monasterio de los Jerónimos de Guadalupe, en Murcia, como residencia para los parones que ejercitaban cada cuatro o cinco años, durante los cuales hacían balance de su vida. Durante esas vacaciones, los jesuitas centraban su labor de apostolado por los pueblos cercanos: La Ñora, Guadalupe, Molina y la pedanía de Ribera de Molina. Los jóvenes debieron ser convincentes en su labor evangélica porque la zona se convirtió pronto en Tierra Santa. Juan Uribe, delegado diocesano de Misiones, recuerda que, en su promoción de seminarista, la proporción ya era apabullante: "Eramos tres o cuatro de Almería, un numero semejante de vecinos de otros pueblos de Murcia y nada menos que 30 de Ribera de Molina".
El párroco de la pedanía también achaca el mérito a su predecesor al frente de la iglesia del pueblo, Antonio Valera Caravaca, "quien supo prender la devoción al Sagrado Corazón de Jesús entre los jóvenes". Entre unos y otros, el pequeño pueblo de casas humildes -al que se llega tomando la circunvalación que hay junto al merendero "El Niño", en la entrada de Molina de Segura- se ha consagrado como el mejor yacimiento de la Iglesia Católica.


Fuente: ucm.es            

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